Portomarín no es sólo un lugar donde dormir y seguir caminando. Es un pequeño pueblo gallego cargado de historia, sabor, paisajes y momentos que se quedan contigo mucho después de haber sellado la credencial y continuar tu Camino.
Muchos peregrinos piensan que será solo una noche… hasta que la magia del lugar les atrapa: la piedra mojada, la bruma que abraza el Miño por la mañana, las calles que cuentan historias y el sabor a pulpo recién hecho que reconforta cuerpo y alma.
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Porque el Camino aquí se respira diferente
En Portomarín no sólo se duerme, se comparte. Cada calle, cada banco, cada terraza está llena de mochilas, risas y charlas sobre ampollas, etapas futuras o recuerdos pasados. Hay algo especial que une a los peregrinos que paran aquí, algo que no se explica… se siente.
Por su historia sumergida bajo el agua
En los años 60, el antiguo Portomarín quedó bajo el embalse de Belesar. Piedra a piedra, desmontaron la iglesia de San Nicolás y la reconstruyeron en la colina. Hoy, cuando el nivel baja, puedes ver asomar los arcos del viejo puente romano y restos de aquel pueblo sumergido.
Dormir aquí es literalmente hacerlo sobre siglos de historia… y sentir esa energía única de los lugares que han renacido.
Porque todo está pensado para el peregrino
Portomarín vive gracias al Camino, y eso se nota: farmacias, centro médico donde curar ampollas, bares que sirven desayunos a las 6:00, tiendas con todo lo que puedas haber olvidado y alojamientos que entienden lo que necesitas tras kilómetros de etapa.
Descansar aquí es fácil, cómodo y muy práctico.
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Porque hay un tipo de alojamiento para cada viajero
¿Te apetece un hotel boutique con vistas al río? ¿Prefieres un albergue con ambiente internacional? ¿O una pensión familiar donde te traten como en casa?
En Portomarín hay de todo, y además la mayoría son muy céntricos, a pocos pasos de la plaza o del puente.
Por sus atardeceres dorados sobre el Miño
Después de un día de caminata, sentarte a mirar cómo el sol baja sobre el embalse de Belesar es un regalo. El agua se tiñe de oro, la piedra se calienta y por un momento, todo parece en calma.
Es el tipo de paisaje que sólo Galicia regala.
Porque aquí comer es casi un rito
Pulpo “á feira” en plato de madera, empanadas, ribeiros frescos, caldo gallego y postres caseros. Muchos bares y restaurantes tienen menús del peregrino completos y muy asequibles.
Comer aquí es reconfortar el cuerpo… y alimentar el alma.
Porque parece un escenario de otro tiempo
Calles empedradas, soportales, balcones de hierro forjado y la iglesia-fortaleza que preside todo. Despertar temprano en Portomarín, con la niebla disipándose sobre el Miño, te hace sentir en una novela medieval.
Porque empezar la etapa desde Portomarín es un lujo
Salir temprano, cruzar el puente sobre el embalse, echar un último vistazo atrás y ver cómo el sol acaricia el pueblo desde lo alto. Muchos peregrinos cuentan que es uno de los recuerdos más bonitos del Camino Francés.
Porque aquí nacen amistades inesperadas
Una cena compartida, una conversación sobre la ampolla rebelde, un vino que se alarga… En Portomarín conoces gente de todo el mundo, y muchas veces esas amistades duran más que la propia etapa.
Porque descansarás de verdad
Tras kilómetros de esfuerzo, aquí encontrarás duchas calientes, camas limpias, silencio y la tranquilidad de saber que todo está listo para seguir mañana. El descanso en Portomarín no es un lujo, es parte esencial de la experiencia.
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Porque es un respiro necesario
Portomarín está estratégicamente colocado tras varias etapas exigentes y antes de etapas largas. Quedarte aquí permite recargar fuerzas, cuidar el cuerpo y planificar los próximos días.
Porque si puedes quedarte más, hay mucho que ver
Un paseo por la Ribeira Sacra, una visita a un Castro medieval, rutas en kayak, caballo o senderos junto al Miño donde ver restos del viejo Portomarín, una cerveza en Casa Cruz puede convertirse en una “troula” improvisada. Portomarín no es sólo una noche: es un pequeño centro desde el que descubrir parte de la Galicia más auténtica.
Por sus fiestas y tradiciones únicas
Feria todos los días 9 de cada mes, a Festa do Augardente (en Pascua) convierte el pueblo en una fiesta de música y licor blanco, la Portomarín Beerfest en mayo, los domingos folclóricos durante el mes de agosto y en septiembre las fiestas de San Nicolás llenan las calles de gaitas y bailes. Dormir aquí en esas fechas es vivir Galicia de verdad.
Porque cada amanecer aquí tiene magia
El canto lejano de un gallo, las campanas de San Nicolás, el vapor del primer café y las primeras risas de los peregrinos que se preparan para salir. Empezar un día en Portomarín tiene algo que reconcilia con el camino.
Porque querrás volver (o quedarte un día más)
Muchos peregrinos llegan pensando en dormir una noche… y acaban quedándose dos. Y casi todos dicen lo mismo: “Tengo que volver”. Hay algo en Portomarín que atrapa: no es sólo lo que ves, es lo que se siente.
Consejos prácticos para tu estancia en Portomarín
- Reserva con antelación, sobre todo entre mayo y septiembre.
- Aprovecha para probar el licor de augardente, típico del lugar.
- Madruga para cruzar el puente nuevo con la bruma matinal: la foto merece la pena.
- Si tienes tiempo, explora la ribera del Miño: pocos peregrinos lo hacen… y es un secreto precioso.
- Lleva algo de efectivo: aunque casi todos los locales aceptan tarjeta, algunos bares pequeños no.
Conclusión: Portomarín, mucho más que una parada
Portomarín no es solo un sitio donde sellar la credencial y seguir andando. Es historia, descanso, sabor, paisaje y humanidad.
Una noche aquí vale mucho más de lo que cuesta: te regala recuerdos, te ayuda a recuperar fuerzas y te conecta con lo mejor del Camino y de Galicia.
Así que si estás planificando tu Camino (o ya lo estás viviendo), piensa que cada noche cuenta… y pocas cuentan tanto como la de Portomarín.
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